Serena podía sentir corrientes de placer recorriendo su cuerpo aun algunos minutos después y cada respiración le costaba mucho trabajo. Vincenzo le había entregado un orgasmo más poderoso que cualquier otro que se había dado a sí misma.
Cuando la niebla del placer se disipó, fue consciente de lo que acababa de suceder. Mantuvo los ojos cerrados mientras intentaba reunir algo de valor para mirar a Vincenzo.
Un beso había bastado para que se olvidara de cualquier razón por la que involucrarse con él era mala idea y se entregara al placer.
—¿Serena?
Respiró profundo y abrió los ojos.
—Deberíamos volver.
Apoyó las manos en su pecho para hacerlo a un lado y se levantó. Se aseguró de tener su ropa en su sitio antes de marcharse apresurada. Necesitaba alejarse de Vincenzo para poner sus pensamientos en orden. Si se quedaba allí, terminaría sucumbiendo a él.
¿Por qué él había hecho eso? ¿Y por qué ella no lo había detenido?
Se abrazó a sí misma cuando un temblor la recorrió al pensar e