Mi mente divaga, trazando líneas en el lienzo en blanco: un hombre herido, con el corazón en las manos. Las mariposas negras y violetas decoran el paisaje como testigos del dolor.
La oscuridad lo rodea, pero el sol nace desde otro punto.
Su mente es un enjambre de pensamientos oscuros. Con una mano se sujeta la cabeza; con la otra, una navaja.
A su lado, la mujer sostiene sus lágrimas de sangre en las manos, con heridas vendadas en las muñecas y los talones, descalza sobre las espinas de rosas que aplastan sus pies.
Un vestido blanco manchado de sangre.
Pero en medio del dolor, el paisaje es hermoso. Todo sigue en perfecto estado.
El mundo sigue su rumbo. Nada se detiene.
De pronto...
—Debes ir a ducharte, vamos a cenar—suelto un respingo.
El aliento de Dante me golpeó el cuello y giro la cabeza buscándolo.
Se queda mirando la pintura.
—Tienes talento... me gusta lo que veo—
Mis ojos lo miran...
Traga, y el suave movimiento al tragar me parece... ¿agradable?
He evitado m