Reto de Amor  (Serie Nuevos Amores. Libro 2)
Reto de Amor (Serie Nuevos Amores. Libro 2)
Por: Jeda Clavo
PRÓLOGO

Karina

Tres años y unos meses antes del reencuentro.

Karina estaba emocionada, se había hecho la prueba y había dado positivo, estaba embarazada, salió del laboratorio con mucha ilusión, retrasó el momento de ir a su casa, porque sintió hambre, no había desayunado y decidió comerse un mbeju con cocido y leche con la chipa.

Mientras desayunaba no dejaba de pensar en el pequeño bebé que crecía en su interior, ella había sospechado que estaba embarazada por los síntomas que la agobiaban, se preguntaba si sería niño o niña, si se parecería a ella o a su novio Ricardo. Ella casi no lo veía, porque él siempre se la pasaba trabajando, un hombre incansable, un artista urbano. Desarrollaba su arte sobre todo en Ciudad del Este, se expresaba en murales, paredones, escalinatas, pisos, paseos, anfiteatros y en fin, en cada parte donde pudiera exteriorizar su talento.

Lo conoció cinco meses atrás en la celebración del viernes Santo en Tañarandy, una procesión de los fieles acompañando a la dolorosa a través del Yvaga Rapé (camino al cielo), luego de la procesión, se realizaba una presentación artística de música, danza y teatro. Allí lo vio por primera vez, se enamoró de él a primera vista,  era un chico trigueño pero con ojos de gato decía ella, tenía sus ojos verdes, y era un caballero en toda la extensión de la palabra, era atento, servicial, siempre con una sonrisa en sus labios, o eso creyó ella.

Ansiosa por darle las buenas nuevas por su bebé lo llamó, en ese momento él se encontraba allí en La Asunción, porque estaba realizando unos murales en el centro de la ciudad, y dando un curso en una academia de arte, le respondió al cuarto repique.

—Mi amor,  soy Karina ¿Cómo estás? —preguntó la chica en tono alegre.

—Estoy bien Karina, ando muy ocupado. Dime lo que tengas que decirme, para seguir con lo mío—dijo el chico en un tono que a ella le pareció en extremo severo, pues nunca antes se había comportado así.

—Lo siento si estás ocupado, pero tengo una noticia que te va a emocionar mucho ¿A qué no adivinas?—expresó con ilusión.

—Karina no tengo tiempo de adivinanzas. Habla de una vez—confesó el hombre con fastidio.

Ella estaba desconcertada, no entendía porque un hombre tan atento y dulce, de repente la trataba tan seco, como si le fastidiara conversar con ella, eso la preocupó, pero se dijo que tal vez estaba muy ocupado y ella lo estaba interrumpiendo.

Por eso sin más preámbulo le dijo —Amor estoy embarazada, estamos esperando un bebé — ella esperó su reacción, un grito, una risa, pero al otro lado de la línea solo hubo silencio—Aló Ricardo, ¿Estás allí? —ningún sonido se escuchó, le había cortado el teléfono.

Decidida a encontrar una explicación, se fue a la Academia donde él estaba dando los cursos, al llegar preguntó —Buen día, busco al artista urbano Ricardo Genser.

—Señorita, la oficina de él está en el segundo pasillo, a la tercera puerta, pero creo que en estos momentos está conversando con su esposa.

— ¿Esposa? Creo que está confundido—dijo con una sonrisa nerviosa—Ricardo no tiene esposa, yo soy su novia.

—Bueno señorita, eso no es asunto mío, si quiere espere fuera hasta que salga la mujer con quien está o toque la puerta y pase.

—Muchas gracias—pronunció Karina mientras caminaba por el pasillo rumbo a la oficina que le habían indicado y que no tenía idea que Ricardo tenía en ese lugar, de hecho desde que estaba en La Asunción, ella no se había atrevido a buscarlo en el sitio de trabajo, era él quien iba por ella. Caminó nerviosa, tenía el presentimiento de que lo que conseguiría no sería de su agrado.

Llegó al lugar que le indicaron, la puerta estaba entreabierta, colocó la mano en el picaporte mientras escuchaba voces — ¿Quién fue la persona que te llamó hace un momento? —interrogaba una mujer.

—No es nadie,  solo una alumna, tu sabes que en este mundo del arte, uno se consigue mujeres fáciles, creen que uno no tiene compromisos o no les importa estar con un hombre casado y se le regalan a uno, pero yo ni siquiera les presto atención, solo tengo ojos para ti, mi reina hermosa—luego escuchó unos besos y unos gemidos, sin pensarlo más, abrió la puerta y allí estaba Ricardo, el hombre a quien amaba, con una hermosa mujer entre sus brazos, besándola y tocándola de manera apasionada.

Se sintió herida, traicionada, burlada, ella siempre lo había puesto en un pedestal, se arreglaba para complacerlo, se vestía usando ropa para agradarle, prendas y perfumes de su preferencia. Su dolor se intensificó, cuando al detallarlos, vio a la chica con una prenda igual a un vestido que él le había regalado.

—¡¿Cómo pudiste?!  ¡¿Por qué me haces esto?! ¿Quién es ella? —lo interrogó sintiendo su corazón fraccionarse en ciento de pedazos, pero a la vez queriendo que le mintiera, para creerle, realmente era patética, lo sabía. 

—Ella es mi esposa, la mujer que amo—le respondió sin dejar de abrazar a la chica. Pero luego de un momento, le dijo algo al oído a la mujer y esta salió del despacho.

—Nunca me dijiste que eras casado, por el contrario me hiciste creer que yo era la mujer de tu vida ¿Por qué el engaño? —lo increpó.

Ricardo la miró con un gesto de burla— ¿Acaso me lo preguntaste? Nunca te he amado, fue sólo que tú estabas allí tan dispuesta, deseosa que yo te hiciera el favor, regalada, sonsacándome, y soy un hombre con necesidades y como me encontraba en ese momento solo, no pude perder esa oportunidad, pero realmente tú no me agradas—pronunció despectivamente.

—Eso no es cierto, tú me cortejaste. Además, de esos momentos que pasamos juntos, hay consecuencias ¡Estoy embarazada! ¡Estoy esperando un hijo tuyo! —exclamó angustiada.

—¡Es tu problema! No mío, si crees que con un embarazo vas a atarme a tu lado, estás equivocada, si eso pretendías ya puedes ir abortándolo, no me interesa, así que ese bebé te atará a ti, no a mí.

— ¡Eres un maldito! ¡Miserable! ¡Cómo pude haber creído en ti! Eras demasiado perfecto para ser verdad. Pero no te preocupes, mi hijo jamás necesitara de ti, yo sola le basto—expresó, cerrando la puerta con furia, mientras salía llorando del edificio.

Se fue a una plaza y se sentó en una banca, puso su mano en el vientre, mientras dejaba que sus lágrimas corrieran por sus mejillas.

—No te preocupes bebé, mi amor será suficiente para ti, no necesitaremos a más nadie, tú me darás las fuerzas que necesito para seguir adelante, y te juro que nunca más hombre alguno se burlará de mí, de ahora en adelante seré yo quien me burle, quien los humille y les haga su vida miserable, nunca más voy a sufrir por amor.

Marino

Cinco meses antes del reencuentro

Enseguida los recuerdos del pasado se agolparon en su mente, por mucho tiempo le había huido a las provocaciones de esa mujer, pero sentía que en cualquier momento cedería ante sus  encantos, eso le preocupaba porque no quería dañar a su mejor amigo, no merecía una traición de su parte, estaban muy unidos y nunca se esperaría una bajeza de su parte. 

Cerró los ojos con fuerza, la lucha que tenía desde hacía varios meses lo estaba agotando, a veces pensaba que debía ceder, si tan sólo se permitiera estar una sola vez con ella, la excitación terminaría, lo tenía loco y por más que había buscado en otra parte su satisfacción, no lo había logrado, ella era hermosa, su cabello negro como la noche más oscura, su piel dorada le provocaba perderse en ella, su boca tan sensual, su mirada seductora.


Esa mujer era todo lo que siempre le había gustado en una, delicada, sensual, fina, su porte de reina no pasaba desapercibida para nadie, su olor a sus deliciosos perfumes, su gracia en el andar, demostraban la mujer de mundo que era, siempre vestida como si fuese a recorrer la mejor pasarela de modas, esa mujer no tenía comparación, pero debía evitar pensar en ella, estaba prohibida para él, mientras antes lo entendiera mejor librado estaría de todo.

Se levantó con un suspiro de su escritorio, buscando arreglar su pantalón porque con solo pensar en ella su miembro se elevaba incontroladamente. Se asomó por la ventana de su oficina y se quedó pensativo, preguntándose “¿Podría dañar una amistad de tantos años solo por follar con esa mujer? ¿Tan deseable es para él?”, inmediatamente en su interior se inició una disputa entre él y su conciencia, pues su conciencia  le decía que se alejara, pero sus instintos más primitivos, lo llevaban a querer estar con ella, soñaba con poseerla, hacerla suya hasta sacarla de su sistema.

“¡Maldita sea!”, pensó, sentía que ella lo llevaba a un nivel de deseo que nunca antes había experimentado.

Estaba en esos pensamientos, cuando sintió que alguien se le había parado por detrás, al girar su cabeza para mirar de quien se trataba, ella estaba allí, no la escuchó abrir la puerta, se le acercó y comenzó a besarle el cuello, sacó su lengua recorriéndolo, los vellos de su piel se erizaron y sintió un corrientazo que recorrió todo su cuerpo, el cual se elevó al sentir que una de sus manos la colocó en su pecho, apartándole la chaqueta y abriéndole la camisa, estrujó sus senos en su espalda, dejándolo sin aliento, jugueteó con sus pezones que inmediatamente se erizaron,  su otra mano la posó en su masculinidad por encima del pantalón, cerró los ojos de inmediato, tratando de buscar el control dentro de sí, pero sonoros gemidos comenzaron a escapar de su boca cuando sintió su mano masajeándolo, sin darse cuenta comenzó a mover su cadera contra su mano de manera incontrolable. 

Pero un destello de racionalidad se coló en su nublada mente, contuvo su deseo y la gran erección que parecía iba a romper su pantalón y se apartó de ella — ¡Suéltame! ¿Hasta cuándo vas a insistir en esto? ¿No puedes entender que eres la novia de mi mejor amigo, la mujer con la cual va a casarse? ¿Cómo puedes ser tan perra? —le dijo indignado.

—Tú mente se niega, pero tu cuerpo ya  se rindió y sabe a quién pertenece—expresó con burla alejándose y dejándolo solo.

Apenas ella salió, el hombre dio un golpe contra la pared, se sentía atormentado, impotente y tenía miedo de rendirse.

Al día siguiente en la noche, su amigo lo invitó a una discoteca para ir a bailar, en un principio pensó que sólo iban a ir ellos dos, por eso aceptó, quería distraerse y dejar de pensar en esa mujer que lo estaba tentando en exceso, nunca esperó que una hora después de encontrarse en el sitio, llegaría ella y mientras besaba en el cuello a  su novio, se quedó mirándolo, sacando su lengua de manera provocativa, esa acción lo excitó de inmediato.

Después de saludar a su pareja se acercó a él, lo abrazó y le metió la lengua en la oreja, de inmediato la apartó de su lado. Su amigo vio su actitud y le reclamó — ¿Por qué eres tan odioso con Antha?, te está saludando de manera grata y vienes tú y la apartas de ti de manera brusca, eres mi amigo pero no voy a permitir que trates así a mi novia.

— ¡Lo siento! Tengo demasiado calor y eso me incomoda—justificó su actitud. 

En ese momento miró a la barra y vio un par de mujeres hermosas solas, caminó hacia ellas y sacó  una a bailar, una trigueña igual a la tentación viviente que era la novia de su amigo. Bailó con la chica y por más que esta acercaba su cuerpo y buscaba provocarlo, no reaccionaba a sus atenciones, sin pensarlo, la tomó de sus mejillas y le dio un profundo beso que provocó jadeos en la chica.

Estaba entretenido, bailando y besando a la chica, cuando sintió que le tocaban el hombro, se trataba de Amarantha, quien se dirigió a la otra mujer con autoridad —Lo siento, pero este hombre es mío chiquilla—lo haló hacia ella y se le pegó al cuerpo comenzando a bailar.

Marino intentaba separarse pero la tenía adherida a su cuerpo —Por favor aléjate,  él puede vernos.

—No te preocupes, está atendiendo una llamada de trabajo y eso es lo que más lo excita a él, aunque a ti quien te pone cachondo soy yo—expresó tocándole su miembro. Él la tomó de las muñecas para alejarla de su cuerpo.

—No sigas, ¿Por qué haces esto? —la interrogó.

—Porque me gustas, te deseo desde el mismo momento en que te vi por primera vez, y no estoy dispuesta a descansar hasta verte jadeando encima de mí, introduciéndote en mi interior y dándome el orgasmo más salvaje que ambos habremos sentido en la vida.

—Primero se congela el infierno antes que tú y yo yacemos juntos

—Eso está por verse querido Marino—expresó alejándose y moviendo provocativamente sus caderas.

Luego de un momento, se sentó en la mesa que tenían y fue tan descarada la mujer, que levantó su pie y lo colocó en su pene acariciándolo a través del pantalón, no pudo detenerla, comenzó a acariciar su miembro por encima del pantalón poniéndolo totalmente duro, empezó a sudar, ella aprovechó que su amigo se encontraba entretenido con su celular, por más que intentaba alejarse no pudo, se quedó allí recibiendo sus caricias hasta que se vino, mientras ella lo miraba sonriente.


Después la muy descarada se subió un poco la falda, abrió sus piernas y le mostró su parte intima, no pudo aguantarse más, se levantó del sofá desesperado, debía huir de allí.

—Debo irme, tengo cosas que hacer—se despidió de ambos, y buscó a la chica con la que estaba bailando, se la llevó a su departamento y por más que estuvieron juntos, no sintió la satisfacción que le había dado aquella mujer con solo su pie.

Pasaron dos semanas, recibió un mensaje de su amigo que se encontraba en el aeropuerto para que fuera a buscar unos papeles que debía llevarse, quería que los buscara en su departamento, sin pérdida de tiempo fue a cumplir con su requerimiento, al entrar a la sala, encontró pétalos de rosas frunció el ceño pensando que Martín le había dado una sorpresa a su novia, por lo cual no le hizo mucha mente a la situación.

Después de buscar los papeles, cuando iba caminando por el pasillo, escuchó un ruido y abrió la puerta de la habitación, allí estaba Amarantha en el centro de la cama desprovista de toda ropa, sólo un collar adornando su cuello, el cual caía tentadoramente sobre sus senos, Marino al verla se quedó petrificado, cuando ella lo vio dubitativo, se levantó de la cama y se le tiró encima besándolo.

Él intentó quitársela, pero ella se pegaba con fuerza besando su cuello, colocó una mano en la masculinidad del hombre y comenzó a tocarlo con provocativas caricias, le tomó una mano y se la colocó en sus senos guiándolo en sus movimientos, él temblaba y luchaba entre no traicionar a su amigo o dejase llevar por esa tentación, luego de unos minutos de disputa con el mismo y de intentos de seducción por parte de ella, perdió la batalla, no se pudo resistir más, la tomó por el cuello y la besó con pasión, no pudo evitar poseerla, ella lo envolvió con su artimaña.

Luego se enteró, que fue ella quien escribió el mensaje desde el teléfono de su novio, mientras estaba en el aeropuerto despidiéndose y le había montado esa trampa, pero lo peor vino después, cuando le juró que eso no se repetiría, allí mismo le hizo saber que había grabado el encuentro y que si no cedía, poco le importaba enviárselo a Martín, que la decisión era de él. Desde ese día no habían parado y ya no necesitaba que lo chantajeara porque estaba colado por ella, desde ese momento, no pudo evitar apartarla de su camino, hasta que fueron descubiertos.

Trajo sus pensamientos de vuelta al presente, si de algo se arrepentiría siempre, sería haber traicionado a su amigo con Amarantha, pero ya eso había pasado, ahora se sentía aliviado. Martín había conseguido el amor, se casó con Dara y esperaban un hermoso bebé.

Se sonrió con satisfacción, había llegado de visitarlos hacia un par de días, luego de un mes en Paraguay, su amigo intentó que se quedara, pero se negó a hacerlo, no soportaba la idea de estar cerca de la india pueblerina de Karina, la mujer que trabajaba con ellos en sus tierras,  se creía la dueña de “La Italianera”, no entendía porque le hacían creer eso, a tal punto que la muy estúpida había tenido la osadía de sentirse muy ofendida cuando le dijo que no era su tipo.

Es que para nada lo era, por favor ella es la antítesis de su mujer perfecta, jamás querría una mujer como ella, mal vestida, sin maquillaje, ni prendas, rodeada de caballos, vacas, cerdos y todo tipo de animales de monte, era tan ordinaria, no sabía cómo podía soportar ese olor de las bestias, el sol, ¡Por Dios! Tendría que estar loco para fijar sus ojos en ella, ya se la imaginaba presentándoselo a la gente de sociedad, a su madre, se moriría, no pudo aguantar la risa.


—¡Jamás Karina me fijaré en ti! Ni en mil años luz indiecita—pronunció en voz alta.

Y de paso poseía una lengua viperina, llamándolo metrosexual, solo porque le gustaba vestirse, arreglarse y perfumarse, claro como era una salvaje, impertinente, grosera, no tenía nada de atractivo.


— ¡Maldita sea! Déjame en paz, no quiero ni siquiera recordarme de que existes—espetó con furia.

Levantó su vista y allí frente a él, estaba la mujer que había ocupado sus pensamientos unos minutos antes, Amarantha, venía con su pequeña hija, iba provocativamente vestida, él se quedó sentado mientras la mujer le entregó la niña, luego se le puso por detrás y comenzó a acariciarle el cuello.

—Deja de acariciarme, no quiero que me toques. Tu tacto solo me produce desagrado—expresó Marino.

—Es mentira, siempre te he provocado deliciosas sensaciones, y ahora que no tenemos ningún impedimento, es tiempo que tú y yo formalicemos nuestra relación. Tú me gustas mucho, eres un hombre rico con un padre poderoso, que al morir dejará ese emporio en tus manos, aparte de ello, eres muy sexi y tenemos esta pequeña en común.

Marino, mientras sostenía con una mano a la pequeña Tara, con la otra intentó alejar a Amarantha de sí — ¿Cuándo vas a madurar? ¿Por qué no terminas de crecer? Ya tienes una hija, deberías procurar ser una mejor persona por ella. Si sigues teniendo esa actitud, voy a quitarte a mi hija.

—Pues, si no vienes tú con ella, ¡No la quiero! si la tuve fue porque pensé que era hija de Martín, si hubiese sabido que era tuya, ni siquiera la dejaba  crecer en mi vientre—enfatizó Amarantha.

Marino no podía creer lo que estaba diciendo, aunque hacía mucho ella lo había decepcionado, con esto definitivamente dejaba de tener la mínima consideración.

— ¿Cómo puedes expresarte así de tu propia hija? ¿Qué clase de corazón tienes? —la interrogó sorprendido.

—Prefieres que sea hipócrita, no soporto que esa niña me despierte en mis mejores horas de sueño, que tome de mis pechos y me los esté tumbado, que ande toda babeada por culpa de ella, no quiero a esa Maldi…—de inmediato la frenó.

—¡Cállate! Te exijo que cierres tu maldita boca, porque te juro que no he golpeado a ninguna mujer en mi vida, pero si maldices a mi hija, te juro por ella, que voy a abofetearte como nunca nadie lo ha hecho—expresó encolerizado.

—No la quiero, ¡La odio! Vino a dañar mi perfecta vida—gritó histérica.

Marino iba a abofetearle pero en ese momento la niña se despertó llorando, él la abrazó, sus ojitos llorosos veían a su madre como si hubiese entendido cada palabra, su pequeña solo tenía siete meses, pero el dolor que reflejó su bebé le partió el corazón, ¿Será que los bebés a esa edad podían sentir el rechazo? Se preguntó.

Con rabia apenas contenida habló —Quiero que desaparezcas, no te quiero cerca de mi hija nunca más, eres peor de lo que me imaginé.

—No te preocupes, lo último que querría es estar cerca de esa mocosa, no me interesa, ¡Quédate con ella! y ni siquiera le cuentes de mi existencia, no quiero ningún papel en su vida, no sirvió a mi propósito.

La pequeña estiró los brazos y su cuerpito hacia Amarantha y comenzó a llamarla —Ma, ma—pero esta le bajó los brazos despectivamente y la pequeña hizo un puchero para después privarse a llorar.

— ¡Fuera de mi vista Amarantha! No quiero verte jamás, mi niña no te necesitará porque le daré todo el amor que tú le negaste, juro que mi pequeña será la princesa más feliz del mundo, nunca le fallaré y siempre estaré a su lado, pondré sus deseos por encima de los míos, jamás le faltará nada—pronunció con voz quebrada. 

Al salir Amarantha, abrazó a su hija con toda su fuerza, la cual seguía llorando, llamando a su madre. No pudo evitar llorar por ella, porque a tan corta edad, ya se estaba enfrentando al desprecio del ser que estaba llamada a amarla sin restricciones.

—No llores mi pequeña—la consoló—estás con papá, te cuidaré y nunca te desampararé, mi amor será suficiente para ti mi Tara.

"Con la moral corregimos los errores de nuestros instintos, y con el amor los errores de nuestra moral" José Ortega y Gasset.

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