*Te estoy vigilando...analizando hasta matarte...adivina quien soy...*
Ese es el mensaje que recibo en la siguiente mañana después de mi viaje a Rusia.
No sé quién, ni por qué motivo podría llevarme un mensaje así cuando está claro que Alessio nunca se ha escondido para amenazarme y desde la muerte de Hillary y que se corriera la voz entre su círculo, de que soy la esposa de Moskav, tal como había planeado y esperado me ha dejado en paz.
Si hubiese decidido volver a perseguirme no tengo dudas de que me lo haría saber. Su mayor placer es hacer sentir miedo, sumisión, pánico. Eso le satisface como nada en la vida y yo tuve mi propia dosis de todo aquello en su momento. Conozco muy de cerca la sensación y por eso sé que estos mensajes anónimos no son suyos.
—Me encantaría saber qué pasa por tu cabeza ahora mismo —un acento ruso me habla.
Me alejo de la ventana y le doy mi teléfono móvil para que vea lo que me preocupa.
—Alessio no es —digo mientras él observa —. Puedo apostar que no es