—No me dijiste que era él, el anfitrión —reclamo mientras nos adentramos en el sitio.
Es como un loft lleno de cuadros enormes en todas las paredes. La decoración minimalista, todo blanco y gris y desde fuera parece gente elegante de copas por una fiesta benéfica.
—No es el anfitrión pero debe haber visto que llegamos y quiere asustarte —explica ofreciéndome una copa —. No le hagas la tarea fácil. Déjalo que sufra por verte en mis brazos.
—Eso puede alimentar tu ego pero a mi me pone en apuros —bebo colgada de su brazo —. Cuando tu mes se acabe, vendrá a por mí y no es un tipo fácil de manejar.
—No te adelantes —me besa la comisura —. Y dime, ¿qué hizo que una mujer como tú estuviera al lado de un tipo así que ni siquiera te valora?
—La juventud, mi sumisión en la cama y la inexperiencia me puso a sus pies y me volvió su enferma obsesión, ahora solo queda un repugnante recuerdo de la mujer que fui con él.
Y el miedo a la que sería si me veo de regreso a sus manos.
Suspiro y bebo. E