¡Es Sandy!
Miro a mi amiga de la mano del ruso amigo de mi marido y no puedo creérmelo.
¿Qué hace aquí?
Entonces mi alegría muta a nerviosismo...
—¿Qué hace ella aquí, Ian?
—¿No estás feliz? —me pregunta y me percato de que ella me ve. Me sonríe y me calmo pero mi marido insiste —. Pensé que te haría feliz tener a alguien aquí en Rusia para pasar tus días sin mi.
—No seas pícaro. Los dos sabemos que tejes una red a mi alrededor para mantenerme cada vez más involucrada en tu vida y a tu lado.
—Tú ya estás condenada a mí, Nicoletta —determina usando mi nuevo nombre —. No necesito hacer nada más para conservarte. Jamás vas a dejarme porque nunca te dejaré hacerlo.
Inspiro sonoramente porque Ian puede ser muy cabrón cuando quiere y soltar este tipo de mensajitos subliminales implica advertencia, amenaza y aviso. Todo eso se resume en una sola palabra: Peligro.
Veo a mi amiga acercarse junto al desconocido para mi y nos abrazamos como si hubiesen pasado años desde la última vez que nos v