Capítulo 48

—¡Emris!

La brisa de la costa se convirtió en la principal compañía de dos amantes que solo ríen bajo la oscuridad de la noche, con las olas del mar chocando con la arena de la orilla y los peces nadando con tanta libertad como ellos corriendo por la fría arena americana.

Admiro este aire romántico, la libertad al lado de este hombre y como me hace sentir tan amada al punto en que deseo hundirme en la calidez de sus brazos por la eternidad de los recuerdos, ya que nuestra existencia es efímera en comparación a la grandeza de nuestro amor.

Dios. ¿Cuando llegue a estar tan enamorada de un hombre?

Juro no haberme sentido así con Dylan Montero, jamás, por mucho que dije en su momento que me enamoré de él a primera vista, una mera ilusión por el apuro de un matrimonio apresurado.

¿Esto puede ser verdad o solo otra ilusión de mi cabeza?

—¡Te atrapé! —Gritó el hombre entre escandalosas risas, atrapando mi cintura entre sus manos y girando mi cuerpo en el aire con una ligereza increíble, una
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