Mi egoísmo fue tal que mantuve a Han Emris en la casa de playa por al menos dos días seguidos, toda una osadía que fue merecedora de llamadas por parte de su madre, siempre preguntando en dónde estaba a pesar de ya ser conocedora de esa información.
No quiero ser mala sangre con la pobre mujer, pero si el mismo Han Emris decidió quedarse no puedo hacer nada por la convivencia suegra-yerna.
—Nos vemos mañana. ¿Vale? —Me despedí de Han después de dos días enteros juntos, dejando un pequeño y corto beso en sus labios, él lo correspondió con gusto, dedicando una pequeña sonrisa a mi persona.
—Muy bien. ¿A que hora llego aquí?
—A las ocho de la mañana, así llegamos temprano a la finca. —Baje del auto, mirándolo a través de la ventanilla. —Igual te estaré escribiendo.
—Está bien, estaré al pendiente del móvil. —Asentí varias veces, volviendo a despedirme una última vez con mi mano antes de entrar a casa, momento exacto en el que llegué a escuchar cómo Han Emris volvía a arrancar el vehícul