Maldigo el día en que llegué a pensar que un hombre sería bueno para mí.
Supongo que me aferre a expectativas muy rápido, me dejé llevar por ideas de felicidad y de algo funcional, ahora por culpa de mi impulsividad caigo de picada a golpearme contra estás malditas desilusiones.
Malditos hombres.
Perros.
Hijos de… nada, mejor nada.
Tomé algo de aire, deseando mentalizarme a toda posible palabra que le diría a Han Emris apenas llegará, los insultos son innecesarios, bastará con dejar en claro que es un infeliz e irme a mi casa con tal de no volver a verlo más.
¿O acaso estoy desconfiando muy rápido?
Atrapé solamente uno de mis labios con mis dientes, de los nervios llegue hasta sacar un poco de sangre, después de todo, no sé a cuál lado de mis pensamientos apoyar.
Si ese lado que desea mandar todo a la mierda, ceder de inmediato a los malos pensamientos.
O el otro, quien insiste en que no hay razones para pensar mal de inmediato.
No, ya va.
Si que hay razones para pensar mal.
En la pa