El viento helado golpeaba mi rostro mientras corría entre los árboles.
Las hojas secas crujían bajo mis patas, y la luna nos seguía desde lo alto, testigo silenciosa de nuestro regreso.
Desde que habíamos partido del reino vampiro dejando a Vicent no había podido pronunciar ni una palabra, ni siquiera había podido mirar a Aziel. Él lo sentía.
Me sentía horrible, el recordar cómo había besado a Vicent, cada vez que cierro los ojos miro el gris de los suyos, su media sonrisa. Es como un tormento que me sigue con cada paso que doy.
Lo quería, o al menos eso sentía mi corazón. Pero yo a quien realmente amo es a Aziel, a mi lobito y toda duda se aclaró en el momento en que estuve en sus brazos. Aún así el dolor por la pérdida de Vicent seguía en mí muy presente, me dolía tanto hasta el punto de dejarme con un vacío en el pecho, con una tristeza profunda que me forma un nudo en la garganta y un hueco en el estómago.
El aire del Reino Licántropo tenía un olor que
reconocí al instante: tier