El despertar llegó junto a mi nostalgia, el frío que talla mis huesos y la neblina que no deja ver más allá de unos pasos, pero deja sentirlo todo. O eso piensa mi corazón.
El silencio reinaba en mi habitación, mi respiración agitada y mis ojos hinchados eran mi reflejo. Me dolía tanto, tanto haber perdido a quienes amo. Debía seguir o buscar una manera de llevar este dolor, sin embargo no podía, ni siquiera podía esbozar una sonrisa.
Hoy era ese día, baje las escaleras en silencio, no había nadie, todos estaban dormidos y eso me generaba envidia. Todos dormían, pero yo no había dormido. No desde hace semanas.
Llegar a la sala, luego al comedor y finalmente recorrer los pasillos donde estaba la oficina de papá me desestabilizó.
Los había perdido, a mamá, a papá; incluso a mi hermano.
Juro que podía escuchar esa risa profunda de mi padre que llenaba el salón cuando alguien se equivocaba en una danza. La voz dulce de mi madre diciéndome que debía siempre sonreír y eso me alegraría el dí