Aldara siempre ha creído ser una humana común, viviendo una vida sencilla en un pequeño pueblo al borde de un misterioso bosque. Sin saberlo, cada noche camina dormida hacia el bosque, guiada por un antiguo hechizo que oculta su verdadero poder. Una mañana, despierta en medio de un lago oscuro, rescatada por Ragnar, el alfa de una temida manada de lobos. En un mundo donde la relación entre brujas y lobos está prohibida, Ragnar debe luchar contra su atracción por ella, convencido de que solo es una humana perdida. Aldara comienza a cuestionar su identidad a medida que su hechizo se debilita, revelando fragmentos de su pasado y poderes ocultos. Mientras ella descubre la verdad sobre sí misma y su conexión con el bosque, su esposo vampiro, Valerian, trama un oscuro plan para asesinarla y tomar su poder. Aldara debe enfrentar su destino antes de que el peligro la alcance, mientras el amor prohibido y la traición amenazan con desatar una guerra.
Leer másAldara.
El agua fría me envolvía, como si las sombras del bosque hubieran cobrado vida y me estuvieran arrastrando a sus profundidades. Mi cuerpo flotaba a la deriva, pero mi mente estaba alerta, con una sensación de irrealidad que no lograba sacudir. No sabía dónde estaba ni cómo había llegado hasta aquí. Todo lo que recordaba era un sueño. Un bosque oscuro. Árboles altos que susurraban secretos en lenguas olvidadas. Y yo, caminando, como si me estuviera buscando a mí misma.
Abrí los ojos de golpe, ahogada por el miedo. Mis pulmones se llenaron de aire frío, un aliento agudo que me trajo de vuelta a la realidad. Estaba tumbada sobre algo duro, mojado, con la piel de mis brazos erizada. Me incorporé lentamente, apoyándome sobre los codos, y fue entonces cuando lo vi.
Un hombre, de pie, junto a la orilla del lago. Me miraba con una intensidad que hacía que el frío del agua fuera insignificante. Su figura se alzaba imponente entre las sombras, como un lobo solitario que observaba a su presa. Tenía el cabello oscuro y revuelto, y aunque la penumbra lo cubría parcialmente, podía distinguir sus ojos: profundos, casi negros, llenos de algo salvaje y peligroso.
— ¿Estás bien? —preguntó con voz grave, rompiendo el silencio del bosque.
Intenté hablar, pero mi garganta estaba seca, y solo salió un murmullo ininteligible. Me aclaré la garganta y traté de nuevo.
— ¿Dónde estoy? —susurré, sintiendo cómo el eco de mi propia voz se desvanecía entre los árboles.
— Estabas en el agua —ignora mi pregunta. Dio un paso más cerca, observándome con atención—. ¿Recuerdas cómo llegaste aquí?
Sacudí la cabeza, incapaz de encontrar las palabras. Algo en sus ojos me inquietaba, pero no sabía por qué. Era como si pudiera ver a través de mí, como si supiera más de lo que estaba dispuesto a decir.
Me senté completamente y me di cuenta de que estaba empapada de pies a cabeza, mi vestido se adhería a mi piel como una segunda capa. Miré a mi alrededor, tratando de encontrar algún punto de referencia, pero todo era extraño. Los árboles eran altos, imponentes, y el aire tenía un olor terroso, denso, que no reconocía. Este no era el bosque que conocía.
— Deberías ponerte de pie —sugirió el hombre, tendiéndome una mano.
Vacilé antes de tomarla. Su tacto era cálido, una contradicción extraña en este entorno tan frío y sombrío. Me ayudó a ponerme de pie con facilidad, y durante un breve momento, me sentí diminuta junto a él. Había algo en su presencia que me hacía sentir… vulnerable. No solo físicamente, sino de una manera que no podía explicar. Como si él representara un peligro del que aún no estaba consciente.
— No deberías estar aquí sola —expresó, soltando mi mano con suavidad, pero no apartando la vista de mí—. Este bosque no es seguro para alguien como tú.
— ¿Alguien como yo? —repetí, frunciendo el ceño—. No entiendo.
El hombre inclinó ligeramente la cabeza, como si estuviera decidiendo cuánto debía decirme. Finalmente, se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia la orilla, indicándome que lo siguiera.
— Ragnar —expuso de repente, sin mirarme—. Mi nombre es Ragnar.
Lo seguí en silencio, sintiendo que mi corazón aún latía desbocado en mi pecho. Había algo en él que me inquietaba, pero no era el miedo lo que me hacía dudar. Era… otra cosa. Una atracción inexplicable, como si mi cuerpo reaccionara a su presencia antes de que mi mente pudiera procesarlo.
Caminamos juntos, pero en silencio, hasta que llegamos a una pequeña cabaña oculta entre los árboles. No me esperaba encontrar algo así en medio del bosque, y me pregunté cuántas veces habría pasado cerca de este lugar sin darme cuenta. Parecía tan apartado del mundo, tan distante de la realidad.
— Entra —abrió la puerta haciéndose a un lado para dejarme pasar primero.
Dentro, la cabaña era pequeña pero acogedora. Un fuego parpadeaba en la chimenea, llenando el espacio de una calidez agradable. Ragnar fue hacia el fuego, lanzando más leña para avivarlo, mientras yo permanecía en la puerta, sintiéndome fuera de lugar.
— Siéntate —me ofreció, sin mirarme.
Me acerqué con cautela, sentándome en una vieja silla junto a la chimenea. El calor del fuego me envolvió, secando poco a poco la humedad de mi ropa. El silencio entre nosotros se alargó, y me di cuenta de que no sabía qué hacer ni qué decir. Todo en este hombre era desconcertante, como si llevara consigo secretos que yo no debía descubrir.
—¿Vives aquí? —pregunté rompiendo el silencio.
Ragnar asintió sin darme más detalles. Claramente, no era alguien que hablara mucho, pero había algo en su comportamiento que me hacía querer saber más. No solo sobre él, sino también sobre este lugar, y sobre por qué me había encontrado aquí.
—¿Y tú? —inquirió finalmente, sin apartar la vista del fuego—. ¿Quién eres?
Su pregunta me tomó por sorpresa. ¿Quién era yo? Me llamaba Aldara. Sabía que vivía en un pueblo cercano, pero más allá de eso, de lo más básico, no podía responder. No podía explicar por qué me sentía atraída a este bosque, por qué mis sueños me traían aquí noche tras noche. Ni siquiera podía recordar cómo había llegado hasta el lago esta vez.
—No lo sé —admití, sintiendo la vergüenza apoderarse de mí—. No sé qué está pasando.
Ragnar me observó en silencio, sus ojos oscuros llenos de una mezcla de curiosidad y algo más, algo que no podía definir.
— No importa —dijo finalmente—. A veces, el bosque guarda sus propios secretos. Quizá tú seas uno de ellos.
Esas palabras resonaron en mi mente mucho después de que fueron dichas. ¿Qué significaba eso? ¿Por qué me sentía tan perdida, tan desconectada de mí misma? Pero antes de que pudiera seguir pensando, un cansancio abrumador me invadió. Mis párpados se volvieron pesados, y la calidez del fuego me envolvió en un abrazo suave y tranquilo.
Mientras me quedaba dormida, solo una cosa cruzaba por mi mente: había algo en Ragnar que me atraía, algo que no podía comprender pero que sabía que no debía ignorar.
Y aunque no lo entendiera en ese momento, sabía que este encuentro sería el comienzo de algo mucho más grande, algo que cambiaría mi vida para siempre.
Narrado por AldaraEl aire estaba impregnado con el aroma denso de la noche, un velo de oscuridad que no solo cubría el bosque, sino también mi corazón. Caminaba descalza entre las sombras, guiada por una fuerza que no comprendía del todo, pero que me arrastraba hacia un destino incierto.Había escapado.No de Ragnar, no del lobo que me reclamaba con cada latido de su alma, sino de algo mucho más profundo: de la verdad que pesaba sobre mis hombros como una sentencia ineludible. Laziel había regresado, su presencia me perseguía incluso en la vigilia, como un fantasma insaciable que se negaba a desaparecer. Sus palabras aún ardían en mi piel, lacerantes, frías como el filo de una daga.—Eras mía, Aldara. Lo sigues siendo. ¿Por qué permitiste que otro te reclamara?Su voz había sido un eco en mi mente desde aquella noche en que nuestros caminos volvieron a cruzarse. No había respuestas fáciles, ni excusas que pudieran aliviar el peso de mis decisiones. Porque, en el fondo, sabía que el la
Narrado por RagnarLa luna pendía en el cielo como un ojo frío y vigilante cuando regresé al campamento. La tierra húmeda bajo mis botas se sentía inestable, como si se abriera a mis espaldas, como si la manada que había construido con tanto esfuerzo se desmoronara en mis manos. Había pasado demasiado tiempo fuera, perdido en un torbellino de sangre, magia y desesperación, y ahora el precio de mis decisiones se alzaba frente a mí con el peso de una condena ineludible.Las miradas de mi gente me quemaban la piel cuando crucé el claro. Vi la desconfianza en los ojos de Marcus, mi beta, en la mandíbula tensa de Freya, en la postura rígida de cada lobo que alguna vez confió en mí ciegamente. Antes, mi sola presencia bastaba para infundirles seguridad, para recordarles que éramos fuertes, indomables. Ahora, era un líder cuestionado, un alfa que había puesto en peligro a los suyos por seguir un camino incierto, por dejarse arrastrar por sentimientos que no tenía derecho a poseer.—¿Dónde es
Narrado por RagnarEl aire dentro del gran salón de la manada era denso, cargado de ira y desconfianza. Alrededor de mí, los lobos se congregaban en un círculo cerrado, sus rostros marcados por la duda y la frustración. Pocos se atreverían a desafiarme abiertamente, pero sabía que su lealtad pendía de un hilo. No los culpaba. Yo mismo podía sentir la grieta que había abierto entre nosotros.Marcus, mi beta, fue el primero en hablar. Su voz era un rugido contenido, una mezcla de respeto y reproche.—Nos has puesto en peligro, Ragnar. Toda la manada está en riesgo por tus decisiones. ¿Cómo esperas que sigamos ciegamente a un alfa que prioriza a una bruja por sobre su propia gente?Un murmullo de asentimiento recorrió el círculo. Vi cómo algunos desviaban la mirada, pero la mayoría mantenía la vista fija en mí, esperando mi respuesta.Aldara.Era su nombre el que querían condenar. Su presencia, su existencia misma, había puesto en entredicho mi liderazgo. Pero no era solo ella. Era lo qu
Narrado por RagnarEl viento soplaba con fiereza sobre la ladera de la montaña, arrastrando el eco de mi propio tormento por los senderos escarpados. Mi lobo estaba inquieto, atrapado en una jaula de desesperación que solo Aldara podía romper. Cada vez que cerraba los ojos, la imagen de su rostro perturbado me atormentaba. Podía sentir su angustia, su dolor, y, sobre todo, su duda.Laziel había envenenado su mente con susurros de un pasado que había quedado enterrado hace siglos. Sabía que el vínculo que compartimos se debilitaba con cada momento que ella pasaba sumida en la incertidumbre. Me odiaba a mí mismo por no haber visto antes las grietas en su fortaleza, por haber creído que nuestro lazo era lo suficientemente fuerte como para resistir los fantasmas de su antigua vida.Mis puños se cerraron con fuerza. No podía permitir que Laziel la arrebatara de mi lado. Mi instinto me gritaba que la buscara, que la reclamara de una vez por todas, pero algo en mí sabía que eso solo la aleja
Narrado por AldaraEl tiempo se detiene.El instante en que Ragnar se lanza sobre Laziel, siento que el mundo entero se fragmenta en mil pedazos. La magia vibra en mi piel, una oleada de poder que no controlo del todo, una fuerza primitiva que lucha por liberarse. Pero no puedo moverme. No puedo hacer nada más que mirar cómo las sombras y la furia colisionan en una batalla que no debió existir.Laziel.Ragnar.Dos fuerzas que se oponen. Dos pasados que chocan.Los gruñidos de Ragnar resuenan en la noche, llenos de rabia, de instinto, de protección. Lo he visto luchar antes, pero esto es diferente. Esto no es una pelea, es una sentencia.Y Laziel... Laziel no se inmuta. Se mueve con la gracia letal de un depredador, esquivando los ataques como si ya supiera cada movimiento de Ragnar. Como si conociera cada una de sus debilidades. Y eso me aterra.Porque lo conoce.Porque me conoce.—Eres tan predecible, lobo —se burla Laziel, su voz es un susurro afilado—. Actúbas sin pensar, movido po
Narrado por RagnarLa tormenta ha llegado.No es una tormenta real. No hay truenos ni lluvia golpeando la tierra, pero la siento en mis huesos, en la forma en que el aire se ha vuelto denso y el silencio pesa como una sentencia de muerte.Aldara está con él.Lo sé. Lo siento.Mi lobo gruñe dentro de mí, una bestia inquieta que exige acción. Que me obliga a moverme, a buscarla, a reclamarla antes de que él la tome y la arrastre de vuelta a ese mundo del que intentó escapar.No puedo permitirlo.No puedo dejar que me la arrebate.Pero… ¿acaso no lo ha hecho ya?Las imágenes de la última vez que la vi se graban en mi mente como un hierro candente.Su rostro pálido. Sus ojos vidriosos. Su boca entreabierta, como si estuviera a punto de decir algo, pero las palabras nunca hubieran llegado.Porque yo no le di la oportunidad.Me fui.La dejé ahí, en medio de la verdad que había ocultado."No sé quién eres, Aldara."No.No sé quién es.No sé si la mujer a la que amo es la misma que alguna vez
Último capítulo