Termina el enlace

Nadie se movió dentro ni fuera de la habitación. Solo eran espectadores sufriendo los cambios bruscos de temperatura, de la loba que caminaba con paso seguro hacia el único lobo de cabellos rojos. Layan tampoco se movió. Su cuerpo pesaba, se sentía embelesado y asombrado. 

La imagen de Priscila delante de él era cautivadora, hermosa, admirable y todos los adjetivos que pudiera ponerle. Las feromonas de ella eran dulces y eran para él, se envolvían a su alrededor atrayéndolo para ponerse a sus pies, y él estaba cediendo. 

Su pecho latió, ha así se sentía estar enamorado de alguien. Que no importaba si la piel de la loba estaba surcada de feas líneas negras, que pareciera terrorífica para los demás. Para él era el ser más perfecto sobre la faz de la tierra. Suya.

-Mía- murmuró con voz grave extendiendo la mano como en trance cuando ella se acercó.

Priscila puso su mano sobre la de él y se dejó arrastrar hasta el pecho duro que subía y bajaba rápido po

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