—Y justo ese día esta mujer le decía a sus compañeros que Davis era un imbécil y que yo lo solapaba porque era mi pareja.
—¡Me muero! Pero ¿y cómo no se dio cuenta de que estabas en la fila de la cocina?
—Eso, fue porque estaba hablando con los chicos sin mirar hacia adelante. Te imaginarás la cara de terror que puse al escuchar tras de mí el carraspeo.
Las risas incontrolables de los cuatro eran lo que se escuchaba entre las conversaciones familiares que habían en el restaurante, Andy había dejado a un lado su delantal y se sentó junto a nosotros, ya no se cuántos cafés, tartas y alitas de pollo con papitas y cheddar habíamos comido, pero había sido la mejor forma de que esos dos fumaran la pipa de la paz.
Hace dos horas…
—Suficiente, necesito tomarme un respiro de ustedes dos, esto es abrumador…
Salí del restaurante con ganas de mandar a esos dos idiotas a la mismísima mierda, es que no podía creer lo que mis ojitos estaban viendo.
—Hey, Hanny… Detente…
—¡Ah!—lancé un grito exaspera