Caminar junto a Lucian se estaba volviendo algo demasiado cotidiano… y al mismo tiempo, completamente irreal.

El sol de la mañana se filtraba entre los árboles del campus, iluminando los mechones dorados de su cabello. Cada vez que pasábamos frente a un grupo de estudiantes, podía sentir las miradas clavarse en nosotros.

Las chicas lo seguían con los ojos, algunas incluso sonreían o cuchicheaban entre sí.

¿Por qué él está conmigo? me preguntaba una y otra vez. Lucian era de esos chicos que parecían inalcanzables: atractivo, carismático, misterioso… popular.

Pero no recordaba desde cuándo lo era.

Era como si una parte de mi memoria estuviera borrada, como si hubiera llegado a la universidad hace apenas unos días, sin antecedentes, sin historia. Me sabía los pasillos, las aulas, pero los rostros me resultaban vagamente familiares, como si los conociera de sueños.

—¿En qué piensas? —preguntó Lucian, mirándome de reojo.

—En nada… —mentí.

—Mientes muy mal, princesa. —Sonrió con suavidad—.