Cuando el avión descendió, Greco Domoniccie se levantó de su asiento con un hormigueo en el estómago
Una sensación que no embargaba desde hacía décadas, se dispersaba en su interior: ansiedad
La comisa de sus labios se curvó hacia arriba
El gran día había llegado
La tensión en el aire le resultaba incluso curiosa
- Durante décadas hiciste lo que quisiste, Greco – Alfredo Mansilla lo recibió al bajar del avión – No puedo creer que a esta altura de la vida se te dé por pelear
- Es todo o nada – se enderezó apoyando ambas manos en su bastón
- Déjate de tanto teatro – le dijo, mirando el bastón – que estás mejor que todos nosotros juntos
Greco hizo girar su bastón y lo acomodó debajo de su brazo, mientras lo seguía hasta el auto negro a un costado
- Es por seguridad – dijo, refiriéndose al bastón
- Si tú no tienes problemas de equilibrio
Greco sonreía de oreja a oreja, como si todo aquello fuera divertido
- ¿Cómo procedemos? – preguntó el anciano
- Tenemos quince hombres para abordar el