- Es curioso lo que uno recuerda ¿No? – le había dicho a Nina
Mientras la conciencia se alejaba, Salvador se veía en medio de un recuerdo lejano
Con el cabello castaño y el sol detrás, Aida Garay palmeaba la espalda de su hijo, que se acomodaba en su falda, para escucharla con toda su atención
El tiempo en el campo era tan largo, que la gente de la zona había tenido que cultivar ciertos recursos para entretener a los más pequeños cuando se aburrían y el sol aún estaba fuerte
Mientras algunos ancianos les enseñaban a tejer y recolectar las uvas… a Aida Garay se le dio por contarle cuentos a su único hijo, Salvador
“En un pequeño pueblo, a las afueras de la ciudad, donde el río corre al pie de las montañas, había un niño al que le gustaba pescar.
Pero cuando el río llegaba al centro del pueblo, era apenas un hilo, porque entre las casas y los arbustos, se fue haciendo más y más flaquito, así que para tener una buena pesca, había que ir hasta la montaña”
Salvador miraba a su madre con oj