- ¿Qué hacemos ahora? – le pregunté a Charles mientras salía de la ducha, pasándose una mano por el cabello, sin secarlo – No podemos vivir en un hotel para siempre.
- No tengo prisa, pequeña... Es genial estar aquí encerrada contigo. - Me dio un ligero beso en los labios, yendo a buscar un atuendo en la maleta, que no había desempacado.
- Los hoteles son muy impersonales... Y fríos.
- Podemos prender la calefacción... - Se rió y le tiré una almohada.
Charles se puso una camiseta blanca y jeans, con la chaqueta de cuero encima. Se miró en el espejo y observó, hablando de la chaqueta:
- Parece que te queda mejor a ti que a mí...
- Nunca... Es tu marca registrada.
- Tengo varios ... Pero este es el más especial.
- Lo sé... - Sonreí, tirándome de nuevo en la cama, aún en pijama.
- Te juro que es difícil dejarte. Me miró serio.
- Incluso iría contigo ... Pero está lejos. Me desperté un poco mareado hoy.
- Lo sé, niña. Mi vida es complicada en este momento. Rara vez me detengo en cualquier