El olor a madera pulida y a un perfume desconocido fue lo primero que percibió Elena antes incluso de abrir los ojos. Todo estaba silencioso, demasiado. Un silencio que no pertenecía a ningún hospital, ni al auto destrozado donde había perdido la consciencia.
Su respiración se aceleró. Movió los dedos, luego las manos. Estaba sobre un colchón suave, demasiado suave para ser de emergencia. Cuando finalmente abrió los ojos, la habitación se le mostró como un escenario ajeno; paredes claras, lámparas de cristal, una decoración lujosa y minimalista. Un dormitorio que no reconocía. Un dormitorio que no era suyo.
Su corazón dio un salto doloroso.
Se incorporó de golpe.
—¿Alex…? —la palabra se quebró antes de terminar de formarse.
El último recuerdo la golpeó con violencia; Alexander cubriéndola con su cuerpo, gritándole que se agachara… el segundo impacto del vehículo… el vuelco… el dolor… la oscuridad tragándolo todo.
Se llevó una mano a la cabeza, sintiendo un vendaje fino en la sien.
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