Capítulo 51: No es una Valdivia.
Durante un instante, la escena fue brutal; los ojos de ella abiertos de par en par, el de él clavados en los suyos con odio. Y luego, casi de inmediato, la soltó. Como si el simple contacto le hubiera quemado. Dio un paso atrás, respirando con violencia.
Camila jadeó, llevándose una mano al cuello enrojecido.
— Cobarde… — susurró con un hilo de voz —. Me usaste, me mentiste… pero no te atreverás a negarlo todo.
Sebastián la fulminó con la mirada. Pero fue ella quien, entre lágrimas y rabia, soltó la frase que cambiaría todo.
— El único capaz de desaparecer a Elena es nuestro padre.
El silencio se volvió más pesado que las paredes de la celda. Camila continuó, los labios temblorosos, pero firme en su veneno:
— La odia tanto… porque ella no es hija suya.
Los ojos de Sebastián se ensancharon apenas un segundo, un parpadeo imperceptible. Por dentro, el mundo se le partió. ¿Qué demonios estás diciendo, Camila? Pero no podía mostrarlo. No ante ella.
— Cállate — repitió, esta vez con la voz