Capítulo 34: Oveja negra.

— Narrado desde el punto de vista de Camila —

El zumbido en mis oídos no cesa. Aún siento los dedos de mi padre marcados en mi brazo, su voz retumbando en mi cabeza como una condena que no puedo romper: “¡Eres una vergüenza!”.

Me duele el cuerpo, sí. Pero más me duele el alma.

Subo la cremallera de la chaqueta mientras camino por el callejón oscuro, mis tacones resuenan como ecos de mi derrota. Nadie me ha seguido. Nadie lo haría. Ni siquiera mi madre, que solo se atrevió a levantar la voz cuando creyó tener una ventaja: el supuesto embarazo.

No sé si es real. Ni me importa.

Todo lo que sé es que ya no puedo más.

Estoy harta de ser la marioneta, el títere bonito de una familia podrida por dentro. Fingiendo elegancia, estatus y pureza, cuando lo único que saben hacer es manipular, humillar y destruir.

Saco el celular de mi bolsillo. Mis dedos tiemblan, pero aún así marco el número. El único número que no debería estar guardado, pero que memoricé como si fuera un amuleto maldito.

— ¿Dón
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