DAFNE
La oscuridad ya no era algo que temiera.
Se había convertido en parte de mí.
Silenciosa. Fría. Un lugar que respiraba secretos.
Cuando abrí los ojos, yacía sobre tierra húmeda —el bosque a mi alrededor cubierto de niebla. Mi pecho ardía como fuego, mi corazón latiendo al ritmo de algo que no me pertenecía.
Jordán.
Su presencia me golpeó como una tormenta. Violenta. Distorsionada. Desconocida.
Intenté moverme, pero el mundo se inclinó, y por un momento pensé que aún estaba atrapada dentro de aquel vacío sin fin. Pero entonces lo vi —un tenue resplandor rojo filtrándose entre los árboles, latiendo como un corazón.
El corazón de mi compañero.
Él estaba vivo. Pero no estaba solo.
La voz de Atenea resonó dentro de mí, débil pero firme.
—Está perdiendo el control, Dafne. La presencia de Draco ha echado raíces. Debes alcanzarlo antes de que el vínculo se fracture por completo.
—Lo intento —susurré, con la voz temblorosa—. Pero ni siquiera puedo ponerme de pie…
Antes de que pudie