DAFNE
Todo empezó con la quemadura.
Un dolor abrasador me atravesó el pecho, agudo y cegador. Grité mientras el calor se extendía bajo mi piel como un incendio descontrolado. Mi corazón latía con tanta fuerza que ahogó todo lo demás: el bosque, el viento, incluso la voz de Atenea.
Algo me estaba marcando.
Miré hacia abajo y lo vi: una marca oscura, brillando justo encima de mi corazón. Palpitaba roja, luego negra, arremolinándose como humo bajo mi piel. Cada vez que parpadeaba, sentía que una parte de mí se desvanecía.
—¡Atenea! —jadeé, sujetándome el pecho—. ¿Qué me está pasando?
Su voz resonó débilmente dentro de mi mente, tensa.
—Es un vínculo, Dafne. Algo… alguien está intentando atarnos.
El dolor se volvió más agudo. Mis rodillas golpearon el suelo mientras mi visión se nublaba.
El bosque a mi alrededor se retorció—los árboles se doblaban en formas antinaturales, el aire se espesó de susurros. Era como si la realidad misma respirara, burlándose.
Entonces, una voz se desl