DAFNE
El mundo se había quedado en silencio.
No era el tipo de silencio que llega después de un grito — era más profundo. Vacío. El tipo de silencio que devora el sonido y también la memoria.
Flotaba en él. Sin peso. Sin aliento. Fría.
La oscuridad me rodeaba — no la oscuridad común, sino una viva, que latía con ritmo y susurraba en mil voces desconocidas.
Entonces, un sonido débil rompió el silencio.
—¡Dafne!
Jordán.
Su voz era un hilo de oro en la negrura infinita, tenue pero luchando por alcanzarme.
Intenté moverme hacia él, pero mi cuerpo no obedecía. Sentía como si ya no estuviera dentro de mí. Como si algo más estuviera usando mi piel.
Debajo de mí, a través de un espejo nebuloso de sombras, vi mi propio reflejo — de pie en el claro, con los ojos completamente negros y el cuerpo temblando. Jordán intentaba alcanzarme, su aura brillando con fuerza frente a la oscuridad que se acercaba.
Y mi cuerpo — no, su cuerpo — se volvió hacia él.
Una sonrisa cruel curvó mis labios