ELEANORA
El olor a tierra quemada llenaba el aire antes siquiera de llegar al claro.
Algo poderoso había ocurrido allí. Algo antinatural.
Caminé con cuidado sobre la tierra resquebrajada, mis tacones hundiéndose en el suelo húmedo. Los árboles estaban ennegrecidos, como si los hubiera alcanzado un rayo, su corteza palpitando débilmente con el residuo del poder.
Y entonces los vi.
Jordán —inconsciente pero vivo—, su camisa rasgada, su piel brillando débilmente con destellos dorados. Y ella.
Dafné.
Estaba arrodillada junto a él, con los ojos cerrados, las manos aún presionadas sobre su pecho. Una tenue luz plateada danzaba bajo sus dedos antes de desvanecerse por completo.
Dejé de respirar.
No era solo luz.
Era Fuego Lunar.
El antiguo poder que, según se decía, pertenecía únicamente a la línea de los Primeros Nacidos —la línea híbrida que fue aniquilada hace siglos. La unión de lobo y vampiro.
Imposible.
Y sin embargo, allí estaba. Una frágil muchacha salida de la nada, portando un pode