Karen decidió intervenir al ver que Helena se quedó en el limbo, ni siquiera se dio la vuelta para ver a Nicolás, así que ella la salvaría.
—¡Estamos hablando de otro Nicolás! No se trata de usted jefe. Es uno que conozco… —explicó, con la voz un poco temblorosa—. Así que no piense mal de nosotras. Jamás hablaríamos mal de usted.
Nicolás, aunque dudó un poco, creyó las palabras de Karen porque ella era una de sus mejores trabajadoras. Jamás le diría una mentira.
Además, había algo en su mirada, una mezcla de urgencia y sinceridad. No era sólo la confianza profesional, era el vínculo construido a lo largo de los meses, las veces que Karen había dado la cara por el equipo, las horas extras sin quejarse, los errores que había asumido sin esconderse.
Así que Nicolás asintió lentamente, dejando que la duda se deslizara hacia el fondo. Si Karen decía que era verdad, entonces lo era. Y él, como jefe y como persona, decidió creerle.
—Entiendo. Gracias por aclarar, Karen —respondió, ac