Sarai salió de la ópera con el eco de los violines aún vibrando. Carlos, siempre atento, le ofreció la mano con una delicadeza que parecía coreografiada.
Ella aceptó sin pensarlo, bajando los escalones con cuidado. No estaba acostumbrada a usar tacones.
—Eres todo un caballero conmigo, Carlos —comentó, con una sonrisa.
—Y lo seguiré siendo, cariño —aseguró, besando su mano al bajar.
—Por eso es que me gustas tanto. Jamás me habían tratado así… —confesó, nostálgica.
—Llegué a darle sazón a tu vida —Le guiñó el ojo.
Sarai soltó una breve risa.
—¿Cómo te preparas para la boda de Helena? —preguntó—. Falta menos de un mes.
—¿Te digo la verdad? Me siento muy nervioso al respecto —resopló, caminando junto a ella—. No soy el padre de Helena y tampoco pretendo incomodar al tratar de llenar ese hueco. Sin embargo, aprecio muchísimo a tu hija. Pienso que es una mujer talentosa, igual que su madre.
—Ay, Carlos, no digas eso —murmuró—. Helena te quiere mucho más que al don innombrable aqu