Diana estaba sentada en una mesa del restaurante Tina’s, con los dedos entrelazados sobre el mantel y la mirada fija en la entrada. Luca no tardó en llegar. Se deslizó hasta su asiento con esa seguridad que siempre la incomodaba, y antes de decir una palabra, la analizó.
Llevaba puestos unos lentes de sol oscuros y una capucha que le cubría todo el cabello, como si quisiera pasar desapercibida otra vez…
Luca solo sonrió de lado.
—No soporto que me mires así —bufó Diana, rodando los ojos—. ¿Será que puedes ser un poco más profesional?
—¿Así cómo, preciosa? —Alzó una ceja, se lamió el labio inferior—. No puedo evitar caer rendido ante tu belleza. ¿Qué tiene de malo?
Diana arrugó la nariz, le daba asco todo lo que salía de su boca.
—Olvídalo. ¿Ya sabes cómo sacarme de este problema? —preguntó—. No tengo todo el día. Te pagaré bien si me ayudas.
Luca suspiró y lo pensó detenidamente. Sabía a la perfección que Diana se estaba viniendo abajo, y él no planeaba caer junto a ella, así que