—Hay un hombre extraño en mi oficina diciendo que lo asignaste como mi asistente —Helena fue al grano—. Quiero que sepas que no necesito ningún asistente. La compañía mientras trabajo me resulta un tanto… incómoda.
Nicolás alzó una ceja y se acomodó en la silla. Él contrató a Maikol porque el pobre necesitaba un trabajo urgente, y aprovechó la oportunidad de que Helena no tenía ningún asistente.
Le serviría para tener un círculo social más amplio. Nicolás había notado la falta de amistades que tenía Helena.
—Me temo que no puedo cumplir tu capricho esta vez —respondió, sin señales de retractarse.
La castaña frunció el ceño.
—¿Capricho? Esto que le estoy pidiendo no es un capricho… —murmuró, apretando los labios.
—¿No te parece que rechazar a las personas todo el tiempo hará que estés sola? —cuestionó, desafiante.
Auch.
A Helena le dolieron sus palabras. Ella sabía perfectamente que su vida social no era la mejor, pero que se lo dijera su jefe…
Las mejillas de Helena tomaron u