Desde que llegaron a la Luna Sangrienta, Lyra, Callie y Nora habían sido tratadas con respeto y delicadeza. Los lobos de aquella manada, aunque silenciosos, mostraban una reverencia sutil hacia la presencia de Lyra. Las miradas largas, las sonrisas contenidas y los gestos amables no pasaban desapercibidos. Todos parecían saber, o al menos sospechar, que ella era más que una simple huésped. Ella era la compañera del alfa, la compañera del Lobo Supremo.
Nadie se atrevía a hablar en voz alta, pero la manera en que se apartaban levemente para dejarla pasar, cómo bajaban los ojos ante ella… lo decía todo.
Callie se divertía con eso, Nora observaba con atención.
Esa noche se organizó una gran fiesta: era el regreso de River, el alfa perdido, el Lobo Supremo, después de siglos lejos de su gente. El ambiente era ligero, casi eufórico. Se encendían fuegos de hierbas en lo alto de las colinas, las mesas de madera maciza fueron adornadas con flores rojas y frutas de la estación, y una música sua