El calor de la tarde pesaba sobre los hombros cuando River levantó la mano, señalando que era hora de detenerse. Los árboles alrededor formaban una especie de círculo natural, donde la luz del sol se filtraba entre las hojas y creaba manchas doradas sobre el suelo cubierto de musgo y hierba.
—Descansemos aquí —dijo él, mirando a las chicas.
Nora ya se sentaba recostada contra una roca, jadeante, mientras Callie estiraba las piernas con un suspiro. Lyra solo cruzó los brazos, analizando el entorno con ojos atentos.
—Tú vienes conmigo —murmuró River, lanzándole una mirada directa.
—¿A dónde? —preguntó, desconfiada.
—Hay un claro justo adelante. Vamos a empezar el entrenamiento.
Ella arqueó una ceja.
—¿Ahora?
—Claro, cuanto antes mejor.
Lyra se encogió de hombros, pero lo siguió en silencio. El claro quedaba a pocos metros, un espacio abierto rodeado de árboles altos. El suelo era plano, cubierto de hojas secas y tierra firme, ideal para lo que él tenía en mente.
River movió los ho