EPÍLOGO
Todos en la mesa se pusieron de pie al mismo tiempo.
—¿¡Qué!? —exclamó Cedric.
—¡Ya! —gritó Tristán, como si estuviera en una película de acción.
Rowan no esperó a que nadie reaccionara. Rodeó a Raven con el brazo y la ayudó a caminar hacia la puerta, mientras Jessi, que por supuesto era la más preparada, corría por el bolso que tenía todas las cosas necesarias para el hospital.
—Tranquila, amor. Vamos con el doctor ahora mismo. Respira conmigo, ¿sí?
Raven asintió, con el rostro pálido pero la mirada firme.
—Estoy lista… pero apúrate, Rowan.
El auto parecía volar camino al hospital, escoltado por otros tres que iban sacando coches del camino con los claxones a todo lo que daba, como si fueran patrullas de policías. Cada vez que Raven tenía una contracción, apretaba la mano de Rowan con fuerza, y él no dejaba de repetirle palabras tranquilizadoras.
—Ya casi, cachorrita, solo aguanta un poco más.
Cuando llegaron al hospital, los médicos y enfermeras se movieron con rapidez. Inme