EL DESTINO LA PUSO FRENTE A MÍ.
Arturo.
—¡Detén el carruaje! —ordené a mi cochero al ver a un jinete caer de su caballo. Bajé rápidamente para averiguar.
—¡No se baje, mi señor! —vociferó Vicente—, yo mismo puedo averiguar, creo que se trata de una joven.
—No te preocupes, yo lo haré contigo —. Efectivamente, como lo había provisto Vicente, al acercarme me di cuenta de que era una joven. Su ropa estaba rasgada, se notaba que escapaba de algo muy grave. Me acerqué a ella y la tomé entre mis brazos.
—¿Qué piensa hacer, amo? —preguntó Vicente con curiosidad.
—Llevármela. No considerarás que la dejaré tirada en medio de esta noche lluviosa —Vicente no dijo nada, pero sus ojos me miraron con extrañeza por mi actitud. No era propio de mí aquel comportamiento; mi naturaleza huraña era muy marcada. Al alzarla percibí un aroma que no era desconocido para mí; en ese instante sentí la presencia de mi padre, hombre que aún rechazaba, pero que siempre estaba ahí. Al tomar aquella mujer, algo extraño sucedió en mi