—¿Cecilia? —dijo Ino, con el ceño fruncido.

—Eso no lo sabemos —respondió Aida, molesta—. Solo recibiste una llamada diciendo que posiblemente sea ella.

Karma sonrió, cruzando los brazos.

—Antes de manipular todo a su favor en la herencia y borrar los recuerdos de Mario, me hizo prometer que debía encontrar a Cecilia para que pudieran estar juntos. Después de todo… fue mi culpa que la sangre de Aida se derramara ese día, dando lugar a la creación de las pociones de amor.

—También juré que castigaría a todos los que intentaran obtener beneficios con esa sangre. No quería que nadie más pasara por lo que pasó Mario.

—Al principio odiaba la sangre de Aida —añadió Karma, con una sonrisa torcida—. Aunque al final… pude darle un buen uso para realizar venganzas.

—¡Eres un desgraciado! —exclamó Aida, furiosa.

Karma la miró con calma.

—Como las pociones ya no sirven, vas a usar tus flechas llama de amor cuando los dos se reúnan —dijo Karma sonriendo.

—¿Y qué hay de María? —dijo Aida, aún más mo