Ino había buscado a María durante todo el fin de semana. Usó su olfato, sus portales, incluso sus habilidades de rastreo… pero no logró encontrarla. Era como si se hubiera desvanecido.

El lunes por la mañana, bajó las escaleras con el corazón pesado. Al llegar a la cocina, solo estaban Plata e Hierro.

—Aún no ha regresado… —murmuró Ino, con la mirada caída.

Se fue a la escuela sin el habitual “cuídate” de María. Al mirar la puerta, notó que las cartas y las personas reclutadoras de universidades y preparatorias que antes la esperaban ya no estaban.

—Es extraño… cuando volvimos del restaurante, ya no estaban. Solo había un montón de cartas. ¿A dónde habrán ido?

Subió al autobús. Esta vez, las niñas no la rodearon ni la llamaron “hada madrina”.

—Por fin… algo de paz —pensó Ino.

Pero al pasar por la casa de Koizumi, sus ojos se abrieron de par en par.

—¿¡Pero qué demonios!?

Afuera había una multitud: representantes de preparatorias, agencias de modelaje, fotografía… todos querían a Koizum