REINA DEL MAR. CAPÍTULO 54. DesesperaciónRENHan pasado seis meses.Seis malditos meses desde que Ruby me dejó parado en ese muelle como un idiota. Desde entonces no soy ni sombra de lo que fui, no hay otras palabras. No entreno, no salgo, apenas como lo justo para seguir en pie. Me levanto todos los días con una sola rutina: ir al trabajo en las mañanas, y remodelar la casa que compramos juntos en la noche.Aquí deberíamos estar los dos, esperando a nuestro bebé… pero está vacía ahora, llena de herramientas y polvo. Y aun así me obligo a terminarla, ladrillo por ladrillo, cable por cable.—No tienes que hacerlo tú mismo —me dice el abuelo un día, apareciendo en la entrada con ese paso lento y el bastón golpeando el suelo como metrónomo de otra vida.—Es la única forma —le respondo sin mirarlo—. Si no me canso con todo esto no podré dormir.—A cerrar los ojos un par de horas no se le puede llamar “dormir”, muchacho —me regaña, pero ya hasta sus regaños son inútiles.El abuelo camina
REINA DEL MAR. CAPÍTULO 55. Aún te amoMi corazón se acelera sin que pueda evitarlo. No lo he visto en seis meses y esos son… demasiados insomnios que no quiero reconocer.—¿Qué quieres, Ren? —pregunto con un gruñido mientras acaricio el mango de Babe y lo apoyo en mi hombro.Se lo escupo sin rodeos, como quien lanza una piedra y no espera a ver en qué parte del cuerpo impacta. Está ahí, empapado en sudor porque solo Dios sabe cuánto tiempo lleva escondido en este contenedor, con el viento del mar despeinándolo, la camisa mal abrochada, y tiene esa mirada que me quema la piel.No se ha rendido, pero está roto. Lo veo en la manera en que me sostiene la mirada, como si se obligara a no parpadear.—El abuelo... —empieza, traga saliva, vacila—. Tuvo un infarto hace algunos días. Está en el hospital y él… me pidió que te buscara; dice que quiere verte.Mi cuerpo se tensa. Por dentro todo se me sacude como si una ola helada me hubiera cruzado de lado a lado; pero no dejo que lo note. Solo l
REINA DEL MAR. CAPÍTULO 57. Una sorpresa... inesperada.Seis meses. Otros seis. Se dice fácil, pero en mi mundo eso es una eternidad.No sé nada de Ren. No sé si volvió a entrenar, si duerme mejor, si se cortó el pelo o si sigue yendo a trabajar con esa cara de perro mojado. No he preguntado. No quiero saber. No quiero… necesitar saber.Hablo con Regina a veces. Con Vero también, cuando contesta los audios eternos que le mando desde alta mar. Pero en general, me gusta el silencio. Me gusta el vaivén del mar y la distancia. En el agua, las cosas tienen sentido, son más simples, solo tengo que cerrar los ojos y olvidar.Hasta que, un día, la voz de Regina por radio satelital me hace levantarme de un salto de la cama.“Oye, tarada, ¡que Vero se casa!”, exclama y yo le pongo ojos como platos.La noticia me cae como un ancla al pecho, tirando de mí de regreso a Nueva York.—¡¿Cómo que se casa?!—Sí, se casa. Con Christian, por supuesto. Ya sabes que han tenido sus roces, pero él la quiere,
REINA DEL MAR. CAPÍTULO 58. Un corazón agonizanteHay un momento donde el tiempo se detiene. Donde el aire se espesa como miel y me ahoga sin necesidad de tocarme. Ese momento es ahora, cuando salgo al pasillo, doblo una esquina y lo veo a él.Ren.Con ese bebé en brazos.Se detiene justo frente a mí, tan cerca que casi puedo oler el perfume dulce del niño, y mi corazón se estremece.—Perdón —dice, sonriendo como si esto fuera una comedia romántica y no mi infierno personal—. No te vi. Casi te llevo por delante.Yo no respondo. Me quedo ahí, como un poste humano; como un maniquí torpe que no sabe si correr, llorar o vomitar.—Viggo y Christian están haciendo una estupidez —suelta, medio riéndose porque se nota que está nervioso—. Van a subir a Christian por el balcón. Pensé en dejar al bebé con su mamá e ir a servir de colchón humano, por si se cae el idiota.Asiento. Solo eso. No lo escucho del todo. El bebé se mueve, hace un ruidito... un quejido o un bostezo, no sé. No quiero mirar
REINA DEL MAR. CAPÍTULO 59. Un ofrecimiento¿Que lo voy a entender? ¡ ¿Que lo voy a entender?! ¡No entiendo nada!Estoy esposada, tengo a un bebé dormido en brazos y Letty me lo quita con una sonrisa pícara.—Letty ¿qué es esto?De repente la puerta se abre de golpe, tan fuerte que rebota contra la pared. ¡Y ahí está el autor intelectual del crimen!—¡Si es que debí haberlo sabido! —siseo—. ¡Esto no es gracioso, Ren! ¡Quítame esto! —demando pero la verdad es que no sé si me escucha siquiera. Está despeinado, tiene los ojos en llamas, y respira como si hubiera corrido diez kilómetros. Me mira como si me hubiera estado buscando por años solo para matarme y yo achico los míos con sorpresa.—Así se ve un ataque de celos —me susurra Letty al oído y no tengo tiempo de responderle porque el hombre de las cavernas este se acerca sin decir ni una palabra, me agarra como si fuera un saco de papas y me echa al hombro.—¿¡Qué carajo haces!? —le grito, pataleando—. ¡BAJAME! ¡REN!—No. —¿¡Cómo qu
Capítulo 1. La esposa perfectaAcaricio mi vientre con una sonrisa, sé que mi embarazo todavía no se me nota mucho porque apenas tengo cuatro meses, pero estoy tan feliz que solo puedo pensar en eso. No es el primero, y cuando recuerdo que Devon y yo hemos perdido dos embarazos anteriores el miedo me asfixia, pero tengo todas mis esperanzas puestas en que todo saldrá bien con este bebé.Bajo a la cocina y la inundo con el olor del café recién hecho. Dejo el desayuno listo, la mesa impecable, el portafolio ejecutivo de mi esposo está preparado y Bonnie, mi suegra, ya está sentada frente a su taza de té con leche, hojeando la sección financiera del periódico como si entendiera algo.Mi esposo entra al comedor con su traje perfectamente ajustado y ese aire de seguridad del que me enamoré. Me envuelve en un abrazo y acaricia mi vientre saludando al bebé, y luego parece recordar algo del trabajo.—Amor, ¿el informe de TradeLink? ¿Crees que deberíamos movernos rápido? —pregunta mientras aju
CAPÍTULO 2. Una verdad desgarradoraEl dolor es lo primero que siento cuando abro los ojos. No es físico, aunque mi cuerpo esté cansado y entumecido. Es un dolor profundo en mi pecho, como si algo hubiera sido arrancado de mí. Y lo fue. Lo sé incluso antes de escuchar una palabra.—Regina... —La voz de Verónica llega suave, como si estuviera tratando de no romperme más de lo que ya estoy. Cuando mis ojos se enfocan la veo ahí, sentada junto a mi cama, con Ruby a su lado.—No... —murmuro con un susurro ahogado, pero no hace falta que diga más. Ellas lo saben, y yo lo sé. Ruby aprieta mi mano, y Verónica me acaricia el cabello con los ojos llenos de lágrimas—. No puede ser… esto no puede estar pasando…—Estamos aquí contigo, cariño —dice Ruby.—El bebé... —susurro y la palabra se queda flotando en el aire como un eco vacío hasta que Vero niega con la cabeza.—Lo siento tanto, Regina…Las lágrimas vienen sin previo aviso, un torrente que no puedo detener. No me importa quién me ve o cómo
CAPÍTULO 3. Una máscara de traiciónLas luces del edificio parpadean cuando llego a casa, tambaleándome. Cada paso que doy es una tortura, como si mi cuerpo estuviera cargando el peso de todo lo que me han arrebatado. Verónica y Ruby tratan de seguirme, insisten en quedarse conmigo, pero las detengo en seco.—No. —Y mi voz es firme aunque estoy al borde del colapso—. Esto lo tengo que hacer sola.—Regina por Dios… ¡Solo déjame entrar y te juro que voy a sacar a esa mujer a rastras por los malditos pelos del puto edificio! —gruñe Ruby, pero Verónica la detiene porque entiende que esto ya no puede dolerme más y necesito enfrentarlo por mí misma.—Déjala, es más fuerte de lo que crees —le dice a Ruby y luego me mira con una mezcla de preocupación y respeto—. Llámame si necesitas algo, Regina. Lo que sea.Asiento, aunque la verdad es que no planeo llamar a nadie. Esto es entre Bonnie, Devon y yo.Las veo marcharse y solo entonces entro al departamento, pero la calidez habitual del lugar n