CAPÍTULO 34. Una chica difícil de intimidar
CAPÍTULO 34. Una chica difícil de intimidar
Estoy a un suspiro de perder el poco buen criterio que me queda.
Viktor está peligrosamente cerca, con esa mirada intensa que me desarma cada vez más rápido. Tiene la mano en mi cintura, el rostro inclinado como si fuera a decirme algo importante, pero no lo dice. Solo me mira como si fuera la última parte de una fórmula que no logra descifrar.
No sé por qué, pero algo en mí se ablanda cuando me mira así. Será falta de experiencia, o quizás las hormonas… algo científico debe haber por ahí que lo explique. Solo sé que daría lo que fuera por no sentir esto, pero es inútil. Y entonces, cuando su boca ya casi roza la mía...
—Señor Nyström —interrumpe la voz de su secretaria desde la puerta—, ¿quiere café?
El momento se rompe como vidrio contra el suelo. Viktor se gira, claramente frustrado, pero disimula como puede. El café es buena idea, salvo porque la pobre Evalina convierte casi todo en un arma de destrucción masiva, así que él termina negan