La biblioteca del château había presenciado muchas conversaciones a lo largo de los siglos, pero ninguna como la que estaba a punto de desarrollarse. Igor observó desde su posición junto a la ventana cómo los demás tomaban asiento en los sillones de cuero gastado que rodeaban la mesa de roble. El aire matutino se filtraba entre las cortinas, pero la atmósfera dentro de la habitación se había vuelto densa, cargada de una tensión que parecía vibrar entre las estanterías repletas de libros antiguos.

Valentina ocupaba el sillón principal, sus manos aún temblando ligeramente por la llamada recibida una hora antes. Liam se había ubicado al borde de su asiento, como un depredador listo para saltar, mientras que Stephano permanecía recostado contra el respaldo, su rostro pálido contrastando con el cuero oscuro. Danna había elegido la silla más cercana a