Mundo ficciónIniciar sesiónDanna salió del restaurante tambaleándose. El aire frío de Madrid le golpeó el rostro pero no logró despejar la neblina de confusión en su cabeza. Liam. Stephano. Guerra. Monstruos.
—Espera. —Stephano la alcanzó, tomándola del brazo con suavidad—. No puedes irte sola. Liam estará esperándote.
—Suélteme. —Danna se zafó bruscamente—. No sé qué juego están jugando ustedes dos, pero yo no voy a ser su peón.
—Ya lo eres, cara. —La voz de Stephano perdió su calidez—. Desde el momento en que Liam puso sus ojos en ti. No hay vuelta atrás.
—Pues mire. —Danna se plantó frente a él, temblando de rabia más que de miedo—. Yo decido mi propia vida. No ustedes. No Liam. Yo.
Stephano la estudió con una mezcla de admiración y lástima.
—Esa actitud es precisamente lo que te hace perfecta para él. Liam no quiere sumisión. Quiere fuego que pueda controlar, domar. —Se acercó hasta que su aliento rozó su mejilla—. Pero yo puedo ofrecerte algo que él nunca podrá. Libertad.
—¿A cambio de qué?
—Inteligente. —Stephano sonrió—. A cambio de que confíes en mí. Que me dejes mostrarte quién es realmente Liam Veyne. Y cuando veas la verdad, cuando entiendas en qué clase de hombre pusiste tus ojos... vendrás a mí por protección.
—Es usted tan manipulador como él.
—Pero yo soy honesto sobre ello. —Stephano sacó una tarjeta de su billetera y la deslizó en el bolso de Danna antes de que pudiera rechazarla—. Mi número personal. Cuando lo necesites—y lo necesitarás—llámame. No importa la hora.
Un coche se detuvo junto a ellos. El conductor bajó y abrió la puerta trasera.
—Te llevaremos a casa. Es lo menos que puedo hacer después de arruinarte la cena.
Danna quiso negarse, pero eran casi las once de la noche y el metro habría cerrado. No tenía dinero para un taxi. Y la idea de caminar sola con Liam potencialmente acechando en las sombras...
Subió al coche.
El trayecto fue tenso y silencioso. Stephano la observaba con esos ojos verdes que parecían calcular mil cosas a la vez. Cuando llegaron a su edificio, Danna prácticamente saltó del vehículo.
—Mañana a las diez —recordó Stephano—. No faltes. Tu futuro comienza entonces.
Ella no respondió. Corrió hacia su portal y subió las escaleras de dos en dos. Abrió la puerta de su apartamento con manos temblorosas y se dejó caer contra ella una vez dentro.
—¿Danna? —Nerea salió de su habitación en pijama, con cara de sueño—. ¿Dónde estabas? Te llamé como diez veces.
—Yo... —No sabía ni por dónde empezar—. Fue un día complicado.
—¿Complicado cómo? —Nerea se acercó, preocupada—. Estás pálida. ¿Pasó algo?
Danna abrió la boca para contarle todo—las fotos, Liam, Stephano, la sensación abrumadora de estar perdiendo el control de su vida. Pero las palabras se atascaron en su garganta.
—Solo cansancio. Voy a dormir.
Se encerró en su habitación ignorando las protestas de Nerea. Se tiró en la cama completamente vestida y cerró los ojos, deseando que todo fuera una pesadilla de la que despertaría.
Su teléfono vibró.
Mensaje de número desconocido.
"Stephano es un mentiroso. Un asesino. Y si vuelves a subir a su coche, habrá consecuencias. —L"
Le siguió otro mensaje. Una foto. Ella, bajando del Mercedes frente a su edificio, tomada segundos atrás.
"Siempre te estoy viendo, Danna. Siempre."
Con dedos temblorosos, escribió una respuesta.
"Déjeme en paz."
La respuesta llegó instantánea.
"No puedo. Ya eres parte de mí. Como el aire que respiro. ¿Quieres saber qué pensé cuando te vi con él? Quise romperle cada hueso de su cuerpo. Quise arrancarte de su lado y marcarte como mía donde él pudiera verlo. Pero me contuve. Por ti. Porque sé que aún no estás lista para entender lo que somos."
"No somos nada."
"Mentirosa. Sentiste lo mismo que yo cuando estuve en tu apartamento. Lo vi en tus ojos. En la forma en que tu cuerpo respondió. Puedes huir de mí, Danna, pero no puedes huir de esto."
Ella arrojó el teléfono lejos. Pero segundos después lo recuperó y releyó los mensajes. Había algo enfermizamente seductor en sus palabras. En la forma en que la reclamaba, la deseaba con una intensidad que nadie le había mostrado jamás.
"¿Qué es exactamente 'esto'?" escribió antes de poder detenerse.
La respuesta tardó un minuto. Como si él estuviera eligiendo las palabras con cuidado.
"Obsesión. Destino. Perdición. Llámalo como quieras. Pero es inevitable. Tú y yo vamos a consumirnos mutuamente, preciosa. Y cuando arda todo a nuestro alrededor, no vas a querer apagar el fuego. Me lo vas a suplicar."
Danna apagó el teléfono con manos temblorosas.
Cuando Liam llegó a su ático, estaba en un estado cercano a la furia homicida.
Igor, su jefe de seguridad, lo esperaba en la sala con un tablet en mano.
—Las fotos que pediste. Vidal cenó con ella una hora y media. La dejó en su apartamento hace veinte minutos. No hubo contacto físico más allá de tomarla del brazo.
—Suficiente para que yo le arranque el brazo. —Liam se sirvió whisky directo, sin hielo—. ¿Qué más?
—Hice la búsqueda que ordenaste. Vidal ha estado moviendo piezas. Tiene gente en la librería donde ella trabaja. El dueño, Martín Ochoa, recibe pagos mensuales de una cuenta offshore vinculada a Editorial Vidal.
Liam se quedó helado.
—¿Desde cuándo?
—Dos años. Desde la muerte de la madre de Danna Arnes.
La mandíbula de Liam se tensó hasta que dolió.
—Ese hijo de puta la ha estado vigilando desde antes que yo.
—Hay más. —Igor deslizó otra imagen—. Encontré esto en los archivos encriptados del servidor de Vidal. Es un informe de autopsia. De Elena Arnes, la madre de Danna.
Liam leyó el documento. Cada línea hacía que su sangre hirviera más.
—Esto dice que no fue un accidente. Que había signos de forcejeo. Que la caída fue...
—Inducida. Sí. —Igor cruzó los brazos—. La policía cerró el caso como accidente. Pero alguien pagó muy bien para que lo cerraran rápido.
—Stephano. —Liam cerró los ojos—. Elena sabía algo. Algo que los vinculaba a nosotros, a nuestras operaciones de hace años. Y él la silenció.
—¿Se lo dirás a Danna?
—No aún. —Liam apuró su whisky—. Si le digo que Stephano mató a su madre, querrá pruebas. Y las únicas pruebas están en las manos de Vidal. Necesito algo más sólido antes de destrozarle el mundo.
—¿Y mientras tanto?
—Mientras tanto, la protejo. Aunque me odie por ello. —Liam miró por la ventana hacia la ciudad iluminada—. Duplica la vigilancia. Quiero saber cada movimiento de Stephano. Cada llamada, cada reunión, cada respiro.
Igor asintió y se marchó.
Liam se quedó solo con sus pensamientos y su whisky. Sacó su teléfono y abrió la carpeta de fotos de Danna. Cientos de ellas. Sonriendo. Leyendo. Perdida en sus pensamientos.
Había comenzado como simple vigilancia después del trabajo con la mafia rusa. Elena Arnes había sido una pieza involuntaria en una operación de lavado que terminó mal. Liam había sido enviado a "resolver el problema". Pero cuando llegó, ella ya estaba muerta. Y Stephano había dejado su firma—sutil, casi invisible, pero Liam conocía sus métodos.
Luego conoció a Danna. La vio llorando en el funeral de su madre. Tan rota, tan hermosa en su dolor. Y algo en él—algo que creía muerto—despertó.
La siguió. Al principio para asegurarse de que Stephano no la tocara. Luego porque no podía dejar de hacerlo. Se volvió adicto a observarla, a estudiar cada gesto, cada expresión.
Y ahora Stephano había hecho su movimiento. Había llegado a ella con su sonrisa de serpiente y sus promesas doradas.
Liam no iba a permitirlo.
Tomó su teléfono y marcó un número.
—¿Liam? —La voz somnolienta de su hermana menor—. Son las dos de la mañana.
—Necesito tu ayuda, Sophia.
Se escuchó movimiento. Su hermana nunca le negaba nada.
—¿Con qué?
—Con una chica. Necesito que la conozcas. Que te acerques a ella de forma natural. Que seas mis ojos donde yo no puedo estar.
Silencio. Luego tecleo rápido. Sophia no hablaba desde el día en que presenció cómo su padre era ejecutado frente a ella a los once años. Pero sus dedos eran elocuentes.
El mensaje llegó: "¿La amas?"
Liam cerró los ojos.
—No lo sé. Pero si Stephano le pone una mano encima, voy a quemar Madrid entera hasta encontrarlo.
Otro mensaje: "Eso es un sí. Te ayudaré. ¿Cuándo?"
—Mañana. Ella tiene reunión con Vidal a las diez. Necesito que estés ahí cuando salga. Casual. Como un accidente.
"Hecho. Envíame su foto."
Liam le envió la más reciente que tenía. Danna en el restaurante, riendo por algo que Stephano había dicho. La imagen le quemaba.
"Es hermosa. Entiendo por qué perdiste la cabeza."
—Sophia...
"Cálmate. La cuidaré como si fuera mi hermana. Pero Liam... si ella no te corresponde, tienes que dejarla ir. No puedes obligar a alguien a amarte."
—Lo sé. —Pero era mentira. Porque Liam no sabía dejar ir nada. Lo que era suyo, lo mantenía. Por las buenas o por las malas.
Colgó y volvió a mirar por la ventana.
Danna estaba ahí afuera, en su pequeño apartamento, probablemente sin dormir, pensando en él. En Stephano. Atrapada entre dos hombres que la querían por razones completamente diferentes.
Stephano la quería para lastimar a Liam.
Y Liam la quería porque... porque sin ella, el monstruo en su interior no tenía freno. Ella era la única luz en su oscuridad.
Y nadie—ni Stephano, ni Danna misma—iba a apagar esa luz.
Su teléfono vibró. Mensaje de Danna.
"¿Qué es exactamente 'esto'?"
Liam sonrió. Le había respondido. Había dado el primer paso.
Escribió su respuesta con cuidado. Palabras diseñadas para meterse bajo su piel.
Apretó enviar y esperó.
Tres minutos después, ella apagó su teléfono. Pero no antes de leer el mensaje tres veces.
Liam lo sabía porque Igor tenía acceso a su registro de actividad.
—Buenas noches, Danna —murmuró al aire—. Sueña conmigo. Porque yo ya no sueño con nada más.







