—¿Puede quedarse, mami? Por fa —pidieron mis hijas y yo suspiré.
No podía creer la influencia que ponían en mí esos tres pucheros en sus caras.
A punto de aceptar, su beeper me salvó. Fabián leyó el mensaje que había recibido.
—Tengo que ir al hospital, lo siento, chicos —dijo y, besando a los tres, se despidió de ellos.
Las chicas ya estaban en la cama, así que solo Diego y yo lo acompañamos.
En la puerta, Fabián intentó besar mi mejilla, pero no lo dejé. Chistó los dientes y, después de sonreír a Diego, se fue.
—¿No puedes perdonarlo, mami? —preguntó mi hijo y negué con la cabeza.
Fabián habló con Diego de nosotros, pero yo no era capaz de poner mis sentimientos en palabras.
» ¿Por qué? —p