Mónica
Despertar fue como volver a la vida después de un sueño interminable. Al abrir los ojos, sentí que mi cuerpo pesaba toneladas, pero ahí estaba él, Jhoss, sentado junto a mi cama, con lágrimas brillando en sus ojos. Su mirada lo decía todo: alivio, amor, desesperación por no perderme.
Lo vi sentado junto a mi cama, con la cabeza entre las manos, como si rezara o simplemente tratara de calmar la tormenta que parecía haberse apoderado de su vida. Cuando notó que lo observaba, levantó la cabeza de golpe. Sus ojos estaban llenos de lágrimas, y su expresión, mezcla de alivio y desbordante amor, me dejó sin palabras.
—Estás aquí... —susurró, y su voz quebrada me llenó de emociones que no podía explicar.
Quise hablar, pero mi garganta estaba seca, y lo único que pude hacer fue intentar sonreír. Él tomó mi mano y la apretó con fuerza, como si al soltarme pudiera perderme otra vez.
Los días pasaron lentamente. Cada vez que despertaba, lo veía ahí, firme, cuidándome como nunca imaginé que