Magnus comenzó a contar su historia con una voz que resonaba en la cámara enorme como si las paredes antiguas mismas estuvieran amplificando sus palabras deliberadamente, cada sílaba cargada con el peso de trescientos años de resentimiento acumulado que nunca había tenido oportunidad de expresarse completamente hasta este momento específico de liberación finalmente lograda después de siglos de espera paciente en su prisión de líquido plateado.

Hace trescientos años completos, cuando el mundo era diferente en formas que ya nadie recordaba apropiadamente porque todos los testigos directos habían muerto hace generaciones enteras, Magnus había amado a una Alfa Lunar con una intensidad que bordeaba lo obsesivo, esa clase de amor consumidor que destruye tanto al amante como al amado cuando no es correspondido de la forma