91. Sanando heridas

Una tercera copa fue servida con diligencia frente a ella y odiaba que se acumularan en la mesa sin sentido, porque no quería beber esa noche. Mientras tanto, su amigo, George, bailaba y le sonreía a Andrea o la miraba a ella con reproche de vez en cuando.

Casandra le pidió a la chica que se detuviera y que cerrara la botella, así que recibió un asentimiento de cabeza y volvió a colocarse a sus espaldas.

Quería regresar a casa y hundirse una vez más en su bien conocido agujero de autocompasión, el que nadie parecía entender, aunque ver que Andrea disfrutaba como una adolescente de las atenciones del búlgaro lo compensaban.

Revisó sus correos con paciencia y respondió a algunos desde su teléfono. Sin embargo, Sara seguía sin responder algunas de sus preguntas y es que sentía que la estaba evitando. Hacía casi una semana que no le informaba nada sobre Fabio, y eso la tenía exasperada.

Era verdad que fue su decisión aprovechar la situación para poner tierra de distancia entre los dos, pe
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