Elara seguía sentada en el borde de la cama, la luz tenue de la lámpara proyectando sombras largas en la alfombra escocesa. El teléfono estaba aún en sus manos, hirviendo de terror. La imagen, la había dejado respirando en pequeños sorbos. Tenia la necesidad de contarle a Duncan lo que había ocurrido en el probador, pero el miedo a su reacción, a la humillación, a que él desconfiara de ella o incluso a que su compromiso se rompiera, la carcomia por dentro.
—¿Elara? —Su voz, normalmente firme y con resonancia, sonaba ahora amortiguada, cautelosa.
Ella trago saliva, tuvo un instante de pánico puro al darse cuenta de que aún sostenía su celular y la prueba estaba abierta justo en su pantalla, asi que con un movimiento rápido y disimulado, lo deslizó bajo la almohada, sintiendo el relieve duro del aparato como una mina terrestre lista para explotar. Se recompuso lo más rápido que pudo, forzando una sonrisa y obligandose a si misma a olvidar la sensacion de haber sudado en frio.
—¿Si?
Cuan