Capítulo XXXV: La llegada.

Ella está con ese imbécil.

Qué idiota fui. Siempre fue él. De seguro ni recuerda que su primer beso de verdad o como su inocente mente de niña de trece años decía, su primer beso de novios fue conmigo.

Ese fue mi verdadero error, mi pecado.

Mi error fue besarla.

Mi error fue dejar que una niña de trece años me diera su primer beso.

Mi error fue creer que esa niña no crecería.

Que por mucho que quise evitarlo, que quise alejarla, que quise protegerla, al final se embarró con mi mierda. Al final yo la metí en mi mierda.

Fui yo quien la metió en ella. Yo y solamente yo.

Ella nunca quiso estar en ella.

Ella era la única mujer en el mundo que no la buscaba. Que no me buscaba.

Incluso Constanse se metió en mi mierda ella sola. Con sus dieciséis recién cumplidos. Ella se acercó a mí y me dijo que ya no quería más besos ni caricias, que quería que fuera su primer hombre. 

Todas las demás venían solas, solas buscando mis

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