Carmen suspiró nerviosa, de punta en blanco ella se observó en el espejo, ¿Estaba haciendo lo correcto? Todavía no lo sabía, pero era momento de averiguarlo.
Esta no era una boda tradicional, era un acuerdo, un pacto y una trampa, por eso no era fácil mantenerse serena, mucho menos simular tranquilidad o felicidad.
Ella no sabía exactamente lo que Marcus había planeado para ese día, pero si sabía que un gran grupo de sus hombres, los escoltas de la familia Beltrán que ahora la protegían, la estaban esperando afuera por si algo se salía de control o por si sucedía algo con Bastián.
Aunque en realidad, Carmen contaba más con Bastián, que con sus propios hombres.
Y luego de otro suspiro más, con el que casi se le salía todo el aire a Carmen, ella inhaló profundo, hasta sentirse llena de convicción y caminó directo hacia la puerta de la habitación.
— ¿Señorita Hernández? — Un escolta de Marcus la detuvo, apenas la vio salir. — Disculpe, pero la ceremonia no ha empezado, debe esperar