De vuelta en Madrid, después de tres días intensos en Milán que habían resultado en un acuerdo firmado con los proveedores italianos, Valeria se había sumergido de lleno en el siguiente proyecto: la sesión fotográfica para la nueva colección de lencería.
El estudio bullía de actividad. Valeria supervisaba cada detalle de la sesión. Las luces, estratégicamente colocadas, creaban sombras que realzaban las curvas de las modelos. El fotógrafo disparaba sin cesar mientras ella ajustaba un tirante aquí, una media allá.
—Necesito más actitud en esa mirada —ordenó Valeria a la modelo rubia que posaba sobre un diván de terciopelo negro—. Imagina que acabas de ver al hombre que te rompió el corazón suplicando por una oportunidad.
La modelo cambió su expresión instantáneamente, logrando una mezcla perfecta de desdén y sensualidad.
—¡Eso es! —exclamó Valeria, satisfecha—. Mantén esa energía.
Gabriel Moreno, el diseñador que había contratado como asistente creativo el mes anterior gracias a la inye