El reflejo del espejo me devolvía la imagen de una mujer que apenas reconocía. Tenía los ojos enrojecidos, el rímel corrido y el cabello revuelto. Llevaba horas dando vueltas en la cama, repasando mentalmente cada detalle, cada gesto, cada palabra de Enzo durante las últimas semanas.
La llamada de aquella mujer seguía resonando en mi cabeza como un eco interminable. Su voz, cargada de familiaridad al preguntar por él, había desatado un tsunami de dudas que ahora me ahogaba. "Dile que llamó Alessandra, su prometida."
Prometida. La palabra me quemaba por dentro como ácido.
Tomé mi teléfono y revisé nuevamente las redes sociales de Enzo. Nada. Ni una pista, ni una foto comprometedora. Pero eso no significaba nada. Un hombre como él sabría mantener su vida privada bajo llave.
—Eres una estúpida, Valeria —me dije en voz alta