La noche caía sobre Madrid mientras Valeria contemplaba la ciudad desde el balcón del ático de Enzo. Las luces urbanas titilaban como estrellas caídas, creando un manto luminoso que se extendía hasta donde alcanzaba la vista. El aire fresco de la noche acariciaba su piel, pero no lograba calmar el torbellino de emociones que la consumía por dentro.
Enzo la observaba desde el umbral de la puerta, con dos copas de vino tinto en las manos. La silueta de Valeria recortada contra el horizonte nocturno le robó el aliento. Cada curva de su cuerpo, cada gesto, cada respiración... todo en ella lo tenía completamente cautivado.
—¿En qué piensas? —preguntó él, acercándose y ofreciéndole una copa.
Valeria la tomó, rozando intencionadamente sus dedos con los de él, provocando esa familiar corriente eléctrica que siempre surg&