La luz del amanecer se filtraba por las cortinas de seda, dibujando patrones dorados sobre la piel desnuda de Valeria. Permanecía inmóvil, observando el techo como si contuviera todas las respuestas que buscaba. A su lado, Enzo dormía profundamente, su respiración acompasada contrastando con el caos que reinaba en la mente de ella.

Tres semanas habían pasado desde aquella noche en la villa italiana. Tres semanas de pasión desenfrenada, de risas compartidas, de momentos que parecían sacados de un sueño. Y sin embargo, ahí estaba esa sensación, ese nudo en el estómago que no la dejaba disfrutar plenamente.

Valeria deslizó su mirada hacia Enzo. Su rostro relajado en sueños parecía casi vulnerable, tan distinto del hombre implacable que mostraba al mundo. ¿Quién era realmente Enzo Costa? La pregunta la atormentaba cada vez con más frecuencia.